Blogia
conocimiento inútil

mi primer huracán, casi dos años después

mi primer huracán, casi dos años después

Como a lo mejor sabes, mi vida ha sido otro huracán en estos casi dos años, y me dejé a mitad la historia de Puerto Rico. Vamos pues a por ella.

El primer día de congreso transcurrió como todos los días de congreso, con ponencias que hacían dormir a las piedras, con un montón de gente saludándote y poniéndote tu tarjeta en las manos... nada especial a destacar.

Pero por la tarde... ay ay ay  por la tarde...

En uno de esos momentos de zapin siestero, la televisión anunció una depresión tropical, una zona de bajas presiones que puede dar lugar a precipitaciones considerables. Al cabo de un rato, la depresión tropical se había convertido en tormenta tropical. Al cabo de un rato, la tormenta tropical había crecido hasta convertirse en huracán, y cuando salí de la habitación el VIP del congreso (mi jefazo, para más señas) había sido evacuado. Eso sí, nos tranquilizaron diciendo que estábamos en un lugar seguro, que el resort era a prueba de huracanes, y tal y tal, pero que por supuesto no se podía ni abrir la ventana de la habitación, y que además había "ley seca". Todo muy tranquilizador.

El segundo día de congreso, en fin, pasó sin mayor incidencia que la lluvia y el viento (¡tan sólo!), pero lo peor fue la tarde: el congreso había terminado, y estaba absolutamente prohibido, como ya he dicho, salir al exterior. Las tiendas del hotel estaban cerradas, y el consumo (en el único pequeño bar que quedaba abierto) de cualquier cosa que llevara alcohol estaba estrictamente prohibida. Luego nos contarían que, por esta razón, el producto que los portorriqueños atesoran con más cuidado cuando se acerca un huracán es, por supuesto, el ron.

Dando vueltas por el hotel pasamos la tarde, hasta que encontramos el salón que habían acomodado para los niños: películas infantiles, máquina de palomitas, refrescos... y ¡una mesa de pinpón! Así que allí pasamos el resto de la tarde, hasta que descubrimos que habían acomodado un buffet en uno de los restaurantes, para que no muriéramos de desnutrición (concedo que yo lo hubiera tenido más difícil que otros).

El día siguiente era, ¡por fin! el día en que, con permiso de la aerolínea competente y si el tiempo no lo impidía, saldríamos de allí. El vuelo estaba previsto para la tarde, pero eran las primeras horas de la mañana cuando dejamos el hotel para ir haciendo fila ante el mostrador del aeropuerto. Como el vuelo del día anterior no había salido, había que trabajarse el salir en tu propio vuelo. Hasta las tres de la tarde estuvimos paseando por la terminal, o guardando el sitio a quienes tocaba pasear, hasta que tuvimos unas tarjetas de embarque que eran verdaderamente precarias. La razón: venía un avión de España, pero la tripulación tenía que descansar, y la tripulación que nos debía servir la deliciosa comida de Iberia estaba en Santo Domingo, donde también estaba el huracán, así que nuestra vuelta a casa dependía de lo que este último decidiera. Nos fuimos pues a un hotel que no estaba demasiado lejos del aeropuerto, a seguir no haciendo nada más que beber refrescos y estar sentados en un salón decadente.

Yo aproveché para darme una vuelta por un supermercado cercano, más por tener la impresión de hacer algo que por comprar nada (unos chicles: no podía ni comprar la clásica botella de ron como suvenir), hasta que llegó la hora en que era razonable volver al aeropuerto.

Al final llegamos a Santo Domingo, donde tenía que hacerse el cambio de tripulación. Y allí, también, nos esperaba el huracán. Tras cambiar los vales de comida que nos habían dado en Puerto Rico por botellas de ron, esperamos durante horas a que nos llamaran de vuelta al avión. Mientras tanto (las cosas del cambio de hora), llamé a mi secretaria para contarle que si eso ya iría a trabajar otro día. Y, qué voy a decir, me pasé el vuelo a Madrid durmiendo como un bebé.

Por supuesto, perdí el último vuelo del día a Amsterdam, así que pasé la noche en otro hotel cercano al aeropuerto, pero mucho más feliz por estar de vuelta a la vieja Europa.

0 comentarios